AEROGUIA DEL CAMINO DE SANTIAGO

Geoplaneta, 1999 

Según un texto de la época visigótica, el apóstol Santiago había predicado en tierras hispanas y no sería descartable que, después de su martirio en Jerusalén en el año 42 después de Cristo, sus restos fueran traladados a la península para recibir sepultura. Ochocientos años más tarde un eremita de nombre Pelagio relató que tras escuchar unos cánticos y vislumbrar unas misteriosas luces procedentes del impenetrable bosque Libredóm, descubrió los presuntos restos de Santiago el Mayor, siendo Teodomiro obispo de Iria Flavia, la actual Padrón. 

Europa no se encontraba en su mejor momento, Jerusalén estaba ocupada "por el infiel" y los musulmanes vivían una época dorada tanto a nivel militar como cultural y artístico. El cristianismo necesitaba más que nunca un motivo para despertar de su sopor de la baja Edad Media y en una época apasionada por las reliquias, la peregrinación para orar ante los restos de un apóstol de Jesús representaba un paso adelante en la fé católica, por lo que gentes de fé procedentes de los más variados lugares del viejo continente se dirigirían hacia Compostela, situada por aquel entonces en el Finis Terrae, allí donde se acababa el mundo y comenzaba un mar tenebroso e intratable. 

La ruta jacobea fue la senda que más contribuyó a la reactivación económica de la españa cristiana a la vez que significó un magnífico nexo de unión entre los distinos reinos cristianos del norte peninsular frente al invasor musulmán. De ahí surgiría la imagen de Santiago Matamoros. 

El camino utilizó, entre el valle del Ebro y el noroeste de la península, viejas rutas transitadas desde tiempos prehistóricos, caminos romanos como el que desde Briviesca llegaba hasta Astorga, sendas utilizadas por suevos y vándalos en sus invasiones.  

A mediados del siglo X llega hasta Compostela, Godescalco, obispo de Le Puy, que constituye el primer peregrino francés de nombre conocido, aunque por aquellos tiempos no era fácil la peregrinación ya que se sucedían las correrías de Almanzor. 

Tras el año 1.000, la ruta se asegura, al igual que sucede con otras sendas europeas. Apoyos monárquicos, benias papales, impulsos monacales y la creación de ordenes militares, permitieron el impulso de las infraestructuras con puentes, hosterías y hospitales y el aumento de la seguridad para los peregrinos para convertir los siglos XI y XII en la época más brillante del Camino de Santiago y dejar un legado artístico excepcional.

En 1.139, se data la primera guía jacobea a Santiago, incluída en el célebre Códice Calixtino y escrita por el presbítero francés Aymerid Picaud que luego se quedaría como canónigo y tesorero de la catedral compostelana. El texto fue atribuido por el propio Aymeric al Papa Calixto II, tío del rey de Galicia Alfonso VII, para dar autoridad al escrito como era habitual en la época. Allí se habla de las dos principales rutas seguidas por los peregrinos franceses que atravesaban los pirineos por Somport y Roncesvalles para unificar sus pasos en Puente de la Reina. La majestuosidad del paisaje pirenaico de Aragón y las magníficas muestras artísticas de Jaca, el Monasterio de Leyre, Sangüesa y Eunate son los jalones más destacables del Camino aragonés que se encuentra con el Navarro en Óbanos, para entrar juntos en Puente de la Reina. 

Pereginaban desde reyes obispos y nobles hasta gentes de la más baja condición social. Muchos se ponían en camino de forma espontánea, otros por cumplir una penitencia, quizás la mayoría movidos por intereses económicos o para paliar hambrunas europeas. Zurrón, bordón y calabaza eran sus señas de identidad. 

A partir de 1.500 y tras el descubirmiento de América, decayeron las peregrinaciones aunque monarcas de la talla de los Reyes Católicos, Carlos I y Felipe II, se contaron entre los que llegaron con dicho ánimo. La aparición del protestantismo, los enfrentamientos religiosos y los recelos inquisidores contribuyeron al declive. En 1.589 y tras el anuncio de que Sir Francis Drake había desembarcado en Galicia, los monjes encargados de las reliquias las escondieron "tan celosamente" que ya nadie supo más de ellas hasta que en 1.879 y tras unas obras realizadas en el subsuelo de la catedral compostelana las pusieron nuevamente al descubierto siendo autentificadas por el papa León XIII en 1.884. Ya a partir del siglo XVII se había experimentado una recuperación acrecentada en el XVIII coincidiendo con la profusión del arte barroco.  

En 1.985 Santiago de Compostela es declarada ciudad Patrimonio de la Humanidad y el Camino se califica como Primer Itinerario Cultural Europeo. El desarrollo del turismo y la curiosidad por emprender una ruta de orígenes medievales conjuntamente con la fé, promueve una espectacular auge de peregrinaciones y gentes procedentes de múltiples países se dirigen a Santiago, bien a pié, en bicicleta o a caballo, para obtener la Compostela, que acredita la peregrinación desde más de cien kilómetros de distancia de la tumba del apóstol. También puede realizarse el recorrido en coche. Es una forma menos sacrificada pero que permite disfrutar algo más relajado de las maravillas arquitectónicas que jalonan el trayecto. La variedad del paisaje, las excelencias gastronómicas y los estados de ánimo ante la lejanía o la proximidad de la actual capital de Galicia son sin duda matices que dejan huella en el ser humano que afronta el desafio. 

Seas viajero, caminante o peregrino, no te obsesiones con la meta. Aprende a disfrutar de la senda, a veces cómoda, a veces empinada. Respeta y hazte respetar. Comprende y consuela a los que tiran la toalla, que también los hay. Y cuando las llagas afloren en tus pies, las piernas te flaqueen o te empiece a doler la espalda, piensa que sobre tus mismos pasos, otros muchos sufrieron antes que tú. Cuando llegues al destino, probablemente sueltes un suspiro de satisfacción y cuando mires hacia atrás recordarás todo lo bueno que has visto y te ha sucedido. Y cuando, aunque por un sólo instante pienses en ti mismo, probablemente descubras que ya no eres el mismo. 

                                                 Román Hereter

 

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